“No confíes en nadie, pues todos te harán daño. No les abras tus puertas, pues ellos lo cogerán todo y se lo llevarán lejos, demasiado lejos”.
Y cuán ciertas fueron. Cuánta verdad veo en ellas esta noche. Ahora que todo se ha desmoronado, ahora que las murallas que nos rodeaban han caído. Ahora que sus máscaras se han convertido en cenizas, en polvo, en mentiras.
No confíes, pues daño te harán. No te muestres, pues ya nada podrás ocultar. Con malicia y perspicacia, con maldad y terror, se llevan cada uno de tus pedazos. Su saliva se transforma en hipocresía. Sus lenguas, en veneno a través de mis venas, heladas y muertas, demasiado ilusas para creer en la verdad de un espejo roto. Afilados cuchillos disfrazados de sonrisas. Miradas que traicionan, ocultas en lo más profundo de sus almas.
¡Qué ingenuo fui al no escucharlas! ¡Qué ingenio yo al olvidarlas!
Pero el velo que nos ocultaba de nosotros mismos ha desaparecido, como la nieve en abril. Y veo sus rostros, mentiras y falsa justicia. Ahora, me desprendo de mi armadura, para siempre. De mi oscuridad, de mi inocencia.
Por fin, he encontrado mi camino. Sin ellos. Sin nosotros.
Conmigo.
Pues yo estoy muy de acuerdo con ese alguien que dijo esas palabras. Al fin y al cabo, en quien únicamente podemos confiar al cien por cien es en nosotros mismos. Lo que pasa es que algunos necesitamos más... Algunos no podemos guardárnoslo todo y necesitamos apoyarnos en los demás. Y eso no es demasiado bueno a veces.
ResponderEliminarDa mucho que pensar la entrada, me ha gustado mucho :)
¡Un beso!
...y es cierto, y te hacen daño... y uno desea poder confiar de nuevo en alguien, de nuevo dar parte de ti a personas, a tu alrededor, para avanzar por el camino que elegimos, y entonces de nuevo el odio y la pena, te descubren la fiereza y la intensidad de tus palabras.
ResponderEliminarIntensas palabras.